Reflexiones de un pionero de la educación a distancia en América Latina

Nota de MetaDocencia: Tenemos el enorme honor de que Manuel Calvelo Ríos nos haya autorizado a adaptar este texto de su autoría y haya aceptado ser co-autor de esta publicación en nuestra página.


Antes de comenzar con las reflexiones, advertimos que lo que sigue no son verdades reveladas de Manuel Calvelo Ríos, sino reflexiones surgidas de sus prácticas productivas de comunicación para el cambio social. En MetaDocencia, estas reflexiones nos parecen un muy buen complemento a los principios pedagógicos en los que nos basamos.

El “saber” es la integración de sabiduría tradicional y conocimiento científico

La sabiduría tradicional tiene los límites del conocimiento sensorial de cada persona. Lo muy pequeño o muy grande, lo muy rápido o muy lento, están con frecuencia fuera de los límites de la capacidad de observación sensorial y, por lo tanto, a veces faltan en el campo de la sabiduría tradicional. A su vez, el conocimiento científico moderno tiene sus propios límites y suele ser una tendencia mecanicista acentuada que pierde de vista el carácter dialéctico de los procesos biológicos, sociales y físicos. Ambos campos se expresan con sus jergas propias y es tu tarea como docente realizar las traducciones que sean necesarias para producir la integración destinada a facilitar el aprendizaje.

El “saber” es entretenido, ameno, es una acción liberadora, crece con el uso y no puede expropiarse

Los medios masivos nos han convencido de que el saber y la cultura son, por definición, aburridos y por ello la programación cultural se da entre las dos y las cinco de la mañana, según la acertada definición de Les Luthiers. Nada hay más falso. Sabiduría y conocimiento constituyen una aventura del pensamiento y de la historia de la humanidad con todo el atractivo de la mejor historia de suspenso y, a veces, desgraciadamente, de terror. Es una de las funciones de quien enseña rescatar los elementos de asombro, suspenso, fracasos y logros de la historia de la ciencia y quienes la generan, para tornarlos inteligibles y, por lo tanto, atractivos. Y también lo es la valoración de la sabiduría de nuestras personas mayores, que se encuentra en la base de la ciencia moderna. “El saber os hará libres” afirmaba San Pablo y no hay duda que promover, compartir y difundir el “saber” es una acción liberadora en el seno de la sociedad, sobre todo si tomamos en cuenta que se trata del único insumo que crece con el uso, en vez de desgastarse como sucede con todos los demás insumos. Además, el saber es el único insumo que no puede expropiarse.

Participar es obtener o recuperar espacios de poder social negados o expropiados

No se trata simplemente de poder hablar, ni siquiera votar, sino que la participación es un tema de poder. De ahí que en los procesos pedagógicos que realizamos llamamos participante a quien normalmente se conoce como estudiante. Quienes participan de nuestras clases son personas que se están potenciando con la adquisición de nuevas informaciones, habilidades intelectuales y destrezas psicomotrices, es decir, con conocimiento.

El esfuerzo de aprendizaje es personal e intransferible

Quien enseña puede, y debe, proporcionar información, vías de acceso a la misma, métodos y habilidades intelectuales para procesarla. Debe hacerlo en forma clara, ordenada, vinculando cada información a las que la preceden, a las que la acompañan o se relacionan con ella y a las que seguirán. Pero no puede reemplazar el procesamiento neuronal, que tiene un elevado costo energético. Quien aprende debe realizar individualmente este procesamiento neuronal para integrar las informaciones a su campo de experiencias previas y al de sus expectativas para el futuro. Aprender es adquirir poder y nadie, salvo en el caso de dinastías hereditarias o religiosas, adquiere poder sin esfuerzo.

“La suerte de la flota depende del buque más lento.” Dicho de marinos rusos

En cualquier grupo de participantes se encuentra siempre una distribución similar: unos pocos con dificultades grandes para el proceso de aprendizaje; un grupo mayoritario con las dificultades medias, propias de quien se asoma a un nuevo campo del “saber”; y un grupo reducido sin ninguna clase de dificultad. El grupo docente debe atender a quienes tienen las mayores dificultades, para que se incorporen al grupo medio y así lograr un ritmo homogéneo de aprendizaje. No es necesario dedicar demasiada atención al grupo sin dificultades, esas personas seguirán los procesos sin mayores problemas. Por el contrario, es posible pedirles que ayuden a quienes tienen más dificultades. Pero siempre debe procederse con el mayor respeto para la diversidad: de ritmo, de modelo de aprendizaje, de respuesta. No nos parece que el mitificado coeficiente intelectual mida algo más que los niveles de acuerdo entre quien formula los cuestionarios y quienes los responden. El éxito del estudiantado es el éxito docente, así como el fracaso es más docente que del estudiantado.

No hay preguntas tontas, sólo hay respuestas tontas

Toda pregunta es un aporte real y vital al desarrollo de un proceso pedagógico ya que orienta a quien enseña sobre el nivel de las personas que participan en dicho proceso, sobre todo de quienes experimentan más dificultades. Por ello debe estimularse la formulación de preguntas, e incluso de cuestionamientos, para que sea posible ajustar el nivel de las exposiciones y facilitar el diálogo. Cuando se formulan preguntas que no son pertinentes, es suficiente explicitarlo y dejar la respuesta para otro momento.

Todo curso debe ser una provocación a quienes participan

Hablamos de provocar (pro vocare, llamar hacia adelante) es decir llevar a quien participa a poner en duda todos los esquemas que maneja para someterlos a una confrontación con otras propuestas alejadas de lo que es habitual y conocido. Esta puesta en duda puede llevar a confirmar las ideas vigentes o a modificarlas cuando parezca necesario. La provocación debe generar polémica, con y entre quienes participan, que facilite la emergencia de nuevas ideas y propuestas.

“Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Antonio Machado

En todo proceso de comunicación, como lo es la educación, el diálogo con tus participantes enriquece en forma constante los contenidos del diálogo. No podemos pretender producir un mensaje definitivo, sino la construcción conjunta de nuevos mensajes en forma permanente. Es decir, enseñar es un proceso dinámico.

Quien más aprende en un curso es quien lo enseña

Esto es así porque quien enseña conoce el tema pero tiene la obligación de profundizarlo en base a las preguntas, cuestionamientos y problemas de aprendizaje que enfrentan quienes participan del curso. Por eso debe enriquecer los contenidos y estudiar para preparar nuevas respuestas, mejorar la estructura de las exposiciones y dotarse de nuevos instrumentos didácticos.

Cada curso, debe ser mejor que el anterior y peor que el siguiente

De no ser así, quien enseña se estaría anquilosando. Primero, porque el “saber”, en cualquier campo en que lo consideremos, está en constante crecimiento y quien enseña debe actualizarse en forma permanente. Segundo, porque cada clase y cada curso plantean nuevas dificultades, nuevos cuestionamientos, a los que es necesario responder con nuevos elementos didácticos que faciliten el aprendizaje. Reiteramos que el éxito del estudiantado implica el éxito docente y el fracaso del estudiantado es responsabilidad de quien enseña.

Esto no necesariamente aplica a saberes musicales. Sin embargo, para saberes no musicales, la enseñanza activa, aquélla que invita a tus participantes a poner en práctica los conocimientos que buscas transmitir en una clase o curso está demostrado que funciona mejor que el aprendizaje pasivo que implican recibir información pasivamente, muchas veces sólo oyendo y viendo, en lugar de poner en práctica y usar el contenido del mensaje que buscas comunicar a tus participantes.

Si el sentido del aprendizaje no es claro, la atención es baja

Todo curso, toda clase, todo tema deben tener un valor de uso que tiene que ser explicitado por quien enseña para obtener de quien participa la atención y el esfuerzo requeridos para el aprendizaje de cada uno de los temas.

Después del desinterés, la fatiga es el mayor obstáculo al aprendizaje

El desinterés es el resultado de la ignorancia en que se mantiene a quien participa de una clase sobre la utilidad que tiene para su vida lo que se le propone que, con un cierto esfuerzo, aprenda. La fatiga es la segunda enemiga del aprendizaje. La fatiga se incrementa cuando la densidad de los mensajes pedagógicos es demasiado alta, cuando la relación señal/ruido es baja o cuando las clases son muy largas.

Todas las pautas, normas y leyes de la comunicación pedagógica pueden ser violadas, pero sólo por decisión pedagógica, creativa o científica, no porque se las ignora

De no ser así ni el lenguaje audiovisual, ni la pedagogía, ni la cultura y, en particular, la ciencia, la expresión más elaborada de la cultura, hubieran progresado.

Por último, una propuesta:

En América Latina somos de países “subdesarrollados”, pero no podemos ser de países “subarrodillados”

Si ser de un país subdesarrollado implica que nuestro país ha alcanzado el nivel de crecimiento de ciertos países, tanto en materia económica como de alcoholismo, asesinatos en serie, suicidios, contaminación, agresión a los ecosistemas y a los grupos aborígenes, entre otros, podemos asumir nuestro subdesarrollo. Pero nuestros países disponen en abundancia (tanta que exportamos) de la materia prima más importante para lograr un nivel de desarrollo autónomo satisfactorio: materia gris. Si dejásemos imitar todo lo que nos llega de fuera y, sin chovinismos extremos, nos dedicáramos a explorar nuestras capacidades potenciales; si dejásemos de buscar el nivel de calidad que se impone desde fuera y fijásemos el nuestro, estaríamos desarrollándonos. Debemos tomar partido social hasta mancharnos. Es tan claro y simple como básico.

Puedes encontrar más lecturas del material de Manuel Calvelo Ríos aquí.

Atribuciones de autoría

Laura tuvo la idea de la publicación para MetaDocencia e hizo una selección y edición del texto original de Manuel. Todos los errores que permanezcan son de Laura. Manuel contribuyó con su texto original y realizó sugerencias sobre la edición de Laura.

Laura Ación
Laura Ación
Co-Directora Ejecutiva
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