Inteligencia Artificial y Educación: Reflexiones críticas [Actualizado]

Actualización: Al final del artículo agregamos lecturas útiles publicadas recientemente que respaldan y amplían esta publicación.


[Publicado originalmente el 04/07/2023] A comienzos del siglo XX y poco después de su descubrimiento, el elemento químico radio, carísimo de extraer, era incluido hasta en la lana de la ropita para bebés. Gracias a los avances de la ciencia y la investigación, hoy lo usamos exclusivamente para lo que sí es útil y nos cuidamos de sus efectos radiactivos. Desde que herramientas como ChatGPT fueron puestas a disposición de todas las personas con acceso a internet, está pasando con la Inteligencia Artificial lo mismo que sucedió cuando se descubrió el radio: parecería que debemos ponerle Inteligencia Artificial a todo.

Estamos en medio de un ruidoso bombo publicitario de esta tecnología para normalizar su uso en nuestras sociedades con el fin de que quienes la producen capitalicen grandes ganancias lo más rápido posible. Aunque lo del bombo mediático sea una práctica común y más vieja que el radio, su impacto sobre la Educación es un tema que nos interpela y compromete a posicionarnos de forma constructiva y responsable, con mirada local y respetando nuestros valores.

En esta publicación compartimos algunas reflexiones críticas y también ideas sobre parte del potencial que la Inteligencia Artificial podría tener en el campo de la Educación. En esta otra publicación, compartimos muchas preguntas que recomendamos hacerte cuando veas batir el parche de la Inteligencia Artificial aplicada a la Educación.

💭 Reflexiones críticas

Quienes hacemos docencia en América Latina, y contamos con los recursos, estamos pensando formas de integrar a nuestras prácticas la disrupción irresponsable que implica que tecnologías como ChatGPT estén al alcance de la mano de cualquier persona con acceso a internet. Sin embargo, desde hace décadas, contar con recursos para docencia en América Latina es la excepción, no la regla. La mayoría de las personas con roles educativos afrontamos condiciones de empleo precarias y un gran agotamiento, desatendido por años. A su vez, los problemas cotidianos de nuestro estudiantado incluyen necesidades básicas insatisfechas tales como carencias alimenticias, de vivienda, contención o la violencia engendrada porque estas necesidades básicas no están garantizadas. En este contexto, es razonable que irrupciones promovidas por empresarios tecnológicos, y avaladas por gobiernos de países de altos ingresos del hemisferio norte, pasen al último plano de la propuesta áulica.

En América Latina tenemos mucho de que ocuparnos antes de pensar en el uso sistemático de Inteligencia Artificial en Educación. Hace décadas que la Educación pública, gratuita y de alta calidad enfrenta olas de precarización y “modernización” de sus temarios y métodos de enseñanza en pos del lucro de unas pocas personas. Afortunadamente, siempre hay resistencias que intentan defender el pensamiento crítico de los intereses comerciales. Esto no significa ignorar o rechazar la tecnología, sino discutir su aplicación responsable, paulatina, respetando la soberanía de los pueblos y visualizando sus efectos en el corto, mediano y largo plazo.

A esto se suma que algunas de estas herramientas ”modernizadoras” están direccionadas a poblaciones vulnerables, que no cuentan con el acceso a los recursos tecnológicos y el acompañamiento que exige la implementación de estas tecnologías en los procesos de enseñanza-aprendizaje. En América Latina ya vimos muchas iniciativas de tecnología para enseñanza, desde clases de robótica hasta proyectos de “una computadora por estudiante”. De esas experiencias aprendimos que deben ser contextualizadas a cada comunidad y sostenerse por varias generaciones de estudiantes y docentes para que generen cambios reales. Cada país latinoamericano tiene su propia dinámica socioeconómica, con profundas diferencias entre la Educación pública y privada. La tecnología, ya sea con chatbots o cualquier pieza de software o hardware, debe llegar a esos contextos como una herramienta de ciudadanía en lugar de profundizar brechas sociales.

🔎 Potencial posible, pero aún a ser investigado

Como docentes sabemos que hay distintos tipos de tareas en nuestro quehacer cotidiano. Muchas tareas las hacemos relacionándonos con nuestro estudiantado, por ejemplo, durante las clases, horas de consulta de dudas o acompañando alguna situación personal. Otras tareas como preparar clases y exámenes o generar reportes de aprendizaje ocurren sin contacto con estudiantes. Tareas como corregir muchas veces el mismo error, pasar notas y datos entre formatos de distintos sistemas institucionales pueden ser muy repetitivas. Hay herramientas de Inteligencia Artificial que podrían ser útiles para automatizar algunas de las tareas repetitivas. Esto podría liberar tiempo para conocer más y relacionarnos mejor con nuestro estudiantado. No importa cuánto tiempo tengamos para dedicar a la relación docente-estudiantes, nunca es suficiente. Las tareas que involucran a la construcción de la relación con tus estudiantes no son automatizables. Cualquier tipo de implementación de Inteligencia Artificial en Educación siempre deberá ser investigada antes de implementarse.

Este tipo de implementaciones pueden plantear preocupaciones válidas sobre las repercusiones en las condiciones laborales de quienes hacemos docencia. Automatizar tareas docentes mediante Inteligencia Artificial para reducir horas de trabajo docente y bajar costos educativos sería un grave error y un nuevo golpe a la Educación. No importa cuánto avance la Inteligencia Artificial, el personal docente va a seguir siendo imprescindible y el responsable de las tareas automatizadas porque las herramientas de Inteligencia Artificial no pueden asumir responsabilidades. La implementación de Inteligencia Artificial no es una excusa válida para bajar ni los salarios ni la demanda docentes. Al explorar la posibilidad de usar Inteligencia Artificial en Educación, es crucial evaluar que el impacto en las condiciones laborales de los roles educativos sea positivo o, como mínimo, neutro, pero en ningún caso deberá ser dañino.

En otro orden de cosas, parte de la publicidad actual de Inteligencia Artificial aplicada a la Educación promete personalizar los procesos educativos de una manera que el dispositivo docente-estudiante no puede porque los costos de la enseñanza individual son prohibitivos para nuestras sociedades. Sabemos que la atención personalizada beneficia los procesos de aprendizaje en parte porque nuestras explicaciones y ejercicios logran enfocarse en las necesidades individuales y otro poco porque esa atención personalizada mejora la relación docente-estudiante. ¿Sería posible usar Inteligencia Artificial para dar ese tipo de ayuda personalizada? ¿Queremos delegar esa tarea completamente en una herramienta de Inteligencia Artificial? Es cierto que, por ejemplo, existen algoritmos de Inteligencia Artificial que podrían asistir al personal docente a elegir ejercicios de práctica para estudiantes a quienes un tema les resulta muy difícil. Sin embargo, incluso para casos de algoritmos tan sencillos como este, es clave mirar cómo funcionan para personas que no fueron consideradas al momento del diseño. Sabemos que los sistemas de Inteligencia Artificial muchas veces cometen errores sistemáticos contra las personas que no fueron tenidas en cuenta al momento del diseño. Es decir, discriminan. Por ejemplo, si alguien está aprendiendo programación, y el sistema de Inteligencia Artificial está diseñado para estudiantes cuya lengua materna es el inglés, al aplicarlo a estudiantes que hablan español, puede cometer muchos más errores y sugerir ejercicios que no les sirven.

🥁 Cerramos declarando

Como enseñamos en MetaDocencia, la Educación es en parte un proceso social. Por ende, no cambia mágicamente para bien de la noche a la mañana, con la irrupción de una tecnología. Tampoco existe una solución universal para todos los contextos. Seguramente la Inteligencia Artificial, como el radio, tiene potencial para aportar valor a nuestras vidas. Dilucidar cuáles y cómo hacerlo bien en el campo de la Educación son tareas pendientes durante las cuales necesitamos honrar los tiempos humanos y de nuestra región. También para que decanten en forma democrática y no porque unos cuantos empresarios con ánimo de lucro acelerado quieren imponernos necesidades y soluciones.

Siempre resulta mejor priorizar a las personas por sobre las herramientas tecnológicas. Las nuevas herramientas de Inteligencia Artificial son generadoras de enorme riqueza para pocas personas y de mayor desigualdad para el resto de la humanidad. Todo esto está mucho mejor explicado en la “ Declaración de Montevideo sobre Inteligencia Artificial y su impacto en América Latina", donde más de 400 personas expertas en Inteligencia Artificial, mayormente de América Latina, comenzamos a advertir sobre esto en marzo de 2023. Te invitamos a firmar la declaración pero, sobre todo, a seguir reflexionando en forma crítica y, cuando veas batir el parche de la Inteligencia Artificial aplicada a la Educación, a hacerte algunas de las preguntas que compartimos en esta otra publicación.

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Laura Ación, Luciana Benotti, Melissa Black, Laura Ascenzi, & Paola Andrea Lefer. (2023). Inteligencia Artificial y Educación: Reflexiones críticas. Zenodo. https://doi.org/10.5281/zenodo.8120709

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